El ajuar doméstico tradicional de las casas destacaba por la riqueza de piezas de cerámica que cubrían las necesidades a la hora de cocinar, asearse, alumbrarse, transportar alimentos y bebidas, etc. Hoy en día perduran muchas de estas piezas. Algunas se siguen usando, aunque con menos frecuencia, y otras han pasado a convertirse en elementos ornamentales. ¿Conoces cuáles fueron algunas de esas piezas que no podían faltar en ninguna casa?
Alcuza cerámica: Fue históricamente el recipiente de almacenamiento de aceite, aunque su uso en cocina ha sido más amplio. Se trata de un recipiente de una sola asa, con un estrecho cuello que por lo general se abre en una boca trilobulada.
Benditera: Se trataba de la versión doméstica de las pilas de agua bendita de las iglesias. Se colocaban, por lo general, junto a la puerta de entrada del hogar, o en el dormitorio (para santiguarse antes de acostarse y al levantarse).
Botijo o botija: Sin duda el botijo es una de las piezas domésticas cuyo uso tradicional ha perdurado más. Antes de la aparición de los frigoríficos y neveras era el mecanismo más habitual para enfriar el agua, y aún se sigue utilizando para tal fin. Su forma tan particular, el asa central y los dos orificios (boca y pitorro) definen esta pieza. Para el mismo uso, y quizás como preámbulo a las cantimploras, destaca la botija, que se diferencia del botijo en que presenta solo una boca que cumple las funciones de llenar y beber, su forma achatada y que tiene dos asas que permitía usar una cuerda para portarla.
Porrón: Junto con la bota, el porrón ha sido una de las formas tradicionales de compartir el disfrute en torno al vino. Lo que más llama de atención es su forma, pues se trata de una especie de botella panzuda en la que destaca un largo pitorro que es por donde se vierte el vino hacia la boca. En el lado opuesta se sitúa un brazo más ancho que sirve por un lado como asidero, y por el otro para rellenarse.
Cántaro: Es un recipiente de mayores dimensiones y que tradicionalmente se ha empleado para transportar líquidos, especialmente agua. Destaca por su forma ovoidal, estrechándose por la boca y por la base. En la cultura tradicional el cántaro también se ha utilizado como instrumento de percusión, tapando la boca con una piel o membrana tirante y ‘aporreándola’ con una alpargata o pieza de esparto.
Lebrillo: El lebrillo estaba también destinado al uso doméstico. Tenía la forma de un plato hondo o una fuente, pero de mayor tamaño. Estaba destinado al uso culinario o higiénico, pues en ella se depositaban alimentos; pero también se podía utilizar para lavarse, hacer la colada, etc.
Lámpara de aceite: Aunque hoy tienen un uso meramente decorativo, en su momento las lámparas de cerámica se utilizaban para alumbrar, no solo los espacios domésticos, sino también edificios y lugares públicos. El combustible más empleado era el aceite. Además, también se utilizaban en diferentes ritos, como religiosos, funerarios, etc.
Orza: Históricamente ha sido una pieza clave en la conservación de alimentos. Se trata de recipientes de barro cocido, generalmente vidriados en su interior. Se destinaban a la maceración y conserva de viandas como el queso en aceite, los derivados de la matanza del cerdo (piezas de carne, chorizos, etc.) aunque también se han usado para conservar legumbre y otros alimentos.
Todas estas piezas y muchas más siguen siendo protagonistas de la cerámica que se produce hoy en los talleres y alfares, como es el caso de Cerámica Pepa Moreno, donde podrás encontrar interesantes representaciones de todo este menaje, algunas de ellas basadas en la cerámica típica baezana del siglo XVII.